la familia iskariote

Primera banda en el mundo que practico el Ska-Hardcore activismo, dinamita en iglesias entre canción y canción, no permanece unida la familia Iskariote. Aunque hablen últimamente de formar un ochote.

martes, 2 de enero de 2018

Salvando las distancias espacio-tiempo; toda coincidencia con el "procés", ¿es pura casualidad?



Cada partido da coces por detrás al que empuja hacia adelante y se apoya por delante en el partido que tira para atrás. No es extraño que, en esta ridícula postura, pierda el equilibrio y se venga a tierra entre extrañas cabriolas, después de hacer las muecas inevitables. De este modo, la revolución se mueve en sentido descendente. En este movimiento de retroceso se encuentra todavía antes de desmontarse la última barricada de febrero y de constituirse el primer órgano de autoridad revolucionaria.

El período que tenemos ante nosotros abarca la mezcolanza más abigarrada de clamorosas contradicciones: constitucionales que conspiran abiertamente contra la Constitución, revolucionarios que confiesan abiertamente ser constitucionales, una Asamblea Nacional que quiere ser omnipotente y no deja de ser ni un solo momento parlamentaria; una Montaña que encuentra su misión en la resignación y para los golpes de sus derrotas presentes con la profecía de victorias futuras; monárquicos que son los patres conscripti de la república y se ven obligados por la situación a mantener en el extranjero las dinastías reales en enemigas, de que son partidarios, y sostener en Francia la república, a la que odian; un poder ejecutivo que encuentra su fuerza en su misma debilidad, y su respetabilidad en el desprecio que inspira; una república que no es más que la infamia combinada de dos monarquías, la de la Restauración y la de Julio, con una etiqueta imperial; alianzas cuya primera cláusula es la separación; luchas cuya primera ley es la indecisión; en nombre de la calma, una agitación desenfrenada y vacua; en nombre de la revolución, los más solemnes sermones en favor de la tranquilidad; pasiones sin verdad; verdades sin pasión; héroes sin hazañas heroicas; historia sin acontecimientos; un proceso cuya única fuerza propulsora parece ser el calendario, fatigoso por la sempiterna repetición de tensiones y relajamientos; antagonismos que sólo parecen exaltarse periódicamente para embotarse y decaer, sin poder resolverse; esfuerzos pretenciosamente ostentados y espantos burgueses ante el peligro del fin del mundo y al mismo tiempo los salvadores de éste tejiendo las más mezquinas intrigas y comedias palaciegas, que en su laisser aller  recuerdan más que el Juicio Final los tiempos de la Fronda; el genio colectivo oficial de Francia ultrajado por la estupidez ladina de un solo individuo; la voluntad colectiva de la nación, cada vez que se manifiesta en el sufragio universal, busca su expresión adecuada en los enemigos empedernidos de los intereses de las masas, hasta que, por último, la encuentra en la tozudez de un filibustero. Si hay un pasaje de la historia pintado en gris sobre fondo gris, es éste. Hombres y acontecimientos aparecen como un Schlemihl a la inversa, como sombras que han perdido sus cuerpos. La misma revolución paraliza a sus propios portadores y sólo dota de violencia pasional a sus adversarios. Y cuando, por fin, aparece el “espectro rojo“, constantemente evocado y conjurado por los contrarrevolucionarios, no aparece tocado con el gorro frigio de la anarquía, sino vistiendo el uniforme del orden, con bombachos rojos.


El 18 Brumario de Luis Bonaparte
                                                                                           
Karl Marx
                        


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