la familia iskariote

Primera banda en el mundo que practico el Ska-Hardcore activismo, dinamita en iglesias entre canción y canción, no permanece unida la familia Iskariote. Aunque hablen últimamente de formar un ochote.

jueves, 21 de mayo de 2015

Texto publicado originalmente en el periódico "cnt" del mes de mayo




En los últimos años hemos sido testigos de un aumento de la conflictividad social en el Estado español. Esta conflicitividad ha traducido en un aumento del número de personas implicadas en las luchas, y también en un crecimiento cualitativo de las protestas. Mientras que hace años era impensable una movilización amplia más allá del discurso cívico-democrático, los últimos tiempos se han generalizado protestas que cuestionaban de raíz las normas sociales impuestas por el régimen actual. Y, a la vez que el discurso se ha radicalizado, la metodología de la protesta, evidentemente, se ha cebado, extendiéndose la acción directa y generalizándose la desobediencia. De este modo no es extraño contemplar como en grandes movilizaciones se producen sabotajes a entidades bancarias o multinacionales entre aplauso y aclamación, o como la gente decide cruzar la frontera de la protesta simbólica y detener físicamente medidas impopulares, desde la celebración de un acto fascista hasta el desalojo de un centro social, desde un ERE hasta la construcción especulativa de un edificio.

Obviamente, a la vez que aumenta la respuesta social, aumenta la represión. Por eso estos últimos años también han sido la crónica de innumerables detenciones, procesos judiciales, dictámenes de prisión preventiva y condenas. Se ha reformado el código penal y se ha instaurado nuevas leyes represivas más duras que las anteriores con el objetivo de neutralizar este repunte de la respuesta social. Al mismo tiempo las condenas han aumentado, sancionando los mismos hechos con penas mayores que años atrás. La represión es la respuesta de un sistema que se ve cuestionado y su objetivo es neutralizar todos los elementos que lo puedan desequilibrar.

Tiempo de hablar claro

Sin embargo, a pesar de estos años de afloramiento combativo, el discurso de algunas organizaciones y grupos revolucionarios no ha estado a la altura de las circunstancias. Se encuentra en falta más contundencia a la hora de señalar al enemigo de forma general, y esto se traduce en debilidad y dudas a la hora de afrontar la represión en particular.

Quizá por influencia del izquierdismo nuestro discurso se ha modificado y avanza por el camino de lo políticamente correcto. Estamos cohibidos a utilizar nuestros términos, y en su lugar nos movemos dentro de un lenguaje cercano al académico, técnico y profesional, al que se siguen las reglas de la comunicación establecida por los medios de masas. Palabras como ciudadano, democracia, tolerancia, etc. son utilizadas en un sentido positivo y incuestionable, mientras que anarquía, sabotaje o revolución conllevan un carácter negativo e incluso condenable. De este modo, a algunos grupos revolucionarios nos ha costado reconocer públicamente que lo somos, y que el objetivo de nuestra existencia no se sino subvertir el orden establecido.

Al plano sindical se confunde el todo por la parte, ya veces da la impresión de que nuestro horizonte no va más allá de los convenios colectivos, legislación laboral, denuncias a inspección de trabajo o piquetes informativos. Al social cada vez nos diluimos más en plataformas heterogéneas con un discurso difundido, en las que buena parte de sus integrantes criminalizan el uso de la violencia y relativizan la participación en procesos electorales, llegando a aceptar esta vía en algunos casos. Leyendo nuestros panfletos aparentamos ser los buenos chicos que nunca cruzan la línea de la legalidad. Las acciones que pueden categorizarse negativamente no son reivindicadas por ningún sindicato u organización de carácter público, y el motivo no creemos que sea tanto el miedo a la represión como el miedo a que pensará la gente de nosotros. Esto nos conduce a la conclusión de que desgraciadamente ponemos más interés en decir lo que otros quieren sentir que lo que realmente pensamos.

En el aspecto represivo esta adecuación del discurso a lo políticamente correcto es tremenda. Si una manifestación termina en disturbios se hablará de provocadores infiltrados. Si hay enfrentamientos con la policía se hablará de brutalidad policial. Si hay detenciones se hablará de montajes policiales. Si hay un conflicto sindical se dirá que el patrón no respetaba los derechos de las trabajadoras. Siempre somos víctimas y nunca nos salimos de los límites. Somos ciudadanas ejemplares. No obstante, en multitud de ocasiones en que nosotros decidimos tensar la cuerda ya que pensamos que los límites dentro de los cuales nos dejan movernos nos aprietan y no nos dejan respirar. Y no debemos avergonzarnos de ello.

Precisamente el hecho de que las organizaciones revolucionarias no mantengan un discurso firme en este sentido hace que la represión sea más difícil de abordar. Las militantes que por su labor son condenadas se encuentran solas, ya que las organizaciones no apoyan ni asumen políticamente las acciones por las que las condenan. Esto hace que sea moneda común en la lucha antirepresiva tratar los casos de forma individualizada y que se cubra solamente el aspecto más personal y emocional a través de grupos de apoyo de amigas y familiares.

A día de hoy se está condenando a prisión a numerosas compañeras por motivos perfectamente asumibles por nuestras organizaciones. No nos interesa si son culpables o no, ya que los hechos por los que se les juzga y condena podrían ser aplicables a cualquiera de nosotros. Como organizaciones públicas tenemos la responsabilidad de generar un discurso que ampare la práctica de nuestras militantes. Que nos arriesgamos a la ilegalización? Que nos tratarán de locos? Pues tal vez sí, pero es preferible afrontar la represión de forma colectiva a dejar que nos aniquila una a una. Como suele decirse, juntas somos más fuertes.

La lucha de clases no se queda entre los muros de una fábrica

La CNT de Barcelona tiene su ámbito de actuación en el mundo laboral. Sin embargo somos conscientes de que los conflictos sociales actuales son una expresión más de la lucha de clases. Es por ello que participamos activamente, aunque no siempre llevamos las iniciales por delante. De hecho, algunas de nuestras militantes están siendo represaliadas y condenadas por diversas causas, todas ellas vinculadas a luchas que apoyamos. Por todo ello decimos públicamente que apoyamos a las numerosas compañeras que están siendo represaliadas para oponerse radicalmente al capitalismo y al estado. A las encausadas y condenadas de la revuelta de Can Vies, a las que rodearon el Parlamento, a las que salieron a paralizar la ciudad a las huelgas generales, a las que se enfrentaron al fascismo, a las que hicieron del 1 de mayo un día de lucha, a las anarquistas que conspiraron contra toda autoridad. Las apoyamos a ellas ya las causas por las que las condenan.

En concreto, nosotros tenemos como objetivo principal acabar con la sociedad de clases, abolir el Estado e instaurar en su lugar una sociedad comunista libertaria. Y para llegar a ello pretendemos promover un proceso revolucionario, al que los medios de producción y la riqueza de los capitalistas serán expropiados y puestos a disposición del común. Es decir, nuestros objetivos no sólo no encajan en la legalidad democrática capitalista, sino que se oponen abiertamente y pretenden derribarla, así que si estamos cometiendo un delito ya pueden venir a buscarnos.


info gehio http://www.alasbarricadas.org/forums/viewtopic.php?f=7&t=58898


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